

Olas del Feminismo
Dra. Julieta Luceri – Comité Ejecutivo
Existen tantas concepciones del feminismo como mujeres e identidades femeninas hay en el mundo. A pesar de ello, podemos elaborar una idea general del concepto. El feminismo supone que las mujeres como colectivo humano, tomamos conciencia de la opresión, dominación y explotación a la que hemos sido siempre sometidas por parte del género opresor (colectivo masculino) en el seno del patriarcado, es decir, en un contexto de relaciones asimétricas de poder entre hombres y mujeres, y que las impulsa y moviliza para su liberación.[i]
Esta toma de conciencia, implica un despertar ante la realidad que nos choca y que nos ha colocado como sujetas de segunda categoría por detrás de los hombres, relegándonos al hogar, al cuidado de la familia y a los espacios domésticos y privados, sin importar nuestros deseos. El feminismo supone una revelación: liberación, apoyo, superación, crecimiento, sororidad.
Con distintas variantes y particularidades, el feminismo como movimiento político y social ha mutado a lo largo de la historia, e incluso dentro de una misma época. Es por ello que corresponde en realidad hablar de “feminismos”: el pluralismo aún en su definición, da cuenta con mayor acierto del dinamismo y evolución propios de un movimiento que se adapta según la época en función de los reclamos de las mujeres por su liberación y plena conquista de derechos. Se reinventará el machismo, el patriarcado y cualquier otra forma de dominación sobre nosotras, y así entonces se reorganizará la lucha feminista aún con el fin común inamovible: el fin de la opresión.
Traeremos a tema el esquema cronológico europeo para la mención de las distintas corrientes feministas (“olas”), sin olvidar que la característica propia de un movimiento transversal, horizontal y desjerarquizado, impide su encasillamiento mas allá de una finalidad teórico-práctica.[ii]
Fue en Francia durante la Ilustración, -y el enaltecimiento del “hombre” como sujeto de derechos-, que las primeras feministas se organizaron ante la clara invisibilización de las mujeres en este sentido: la igualdad universal de los revolucionarios franceses excluía de plano a la mitad de la ciudadanía. Así fue como organizadas, proyectaron la primera “Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana”, bajo la autoría de Olympe de Gouges en 1791 y la “Vindicación de los Derechos de la Mujer” de Mary Wollstonecraft en 1792. Surgía entonces el planteo: “¿Cómo es que no podemos subir a la tribuna pero si al cadalso…?” Lamentablemente la lucha de aquella primera ola quedó sesgada por la disolución de los clubes y organizaciones feministas que se habían conformado, así como por la cristalización de leyes que relegaban aún más a las mujeres al rol “naturalmente asignado” para ellas, y en el peor de los casos para algunas, perseguidas, juzgadas y ejecutadas.
A pesar de ello, no fue el final; las feministas de la primera ola sentaron las bases y abrieron el camino para la continuidad del movimiento. Se había ya generado un espíritu de lucha: la toma de conciencia de la opresión sobre nosotras, que puso en marcha un mecanismo imparable que se perpetúa al día de hoy.
A mediados del S. XIX surge la “Segunda Ola” también llamada “Feminismo liberal sufragista” (hasta la primera mitad del siglo XX). Ésta inicia con la “Declaración de Seneca Falls” (1848), organizada por Lucretia Mott y Elizabeth Cady Stanton y es acompañada por el impulso y la lucha feminista para lograr derecho al voto de las mujeres. Inglaterra es uno de los primeros países en reconocerlo, con Emmeline Pankhurst a la cabeza en 1928.
Habiendo también consolidado las mujeres su posición académica mediante el acceso a la educación, parecía haberse logrado la igualdad, pero ella era sólo enunciativa. Esto motivó un renacer del movimiento feminista.
Así, a mediados del siglo XX resurgen los reclamos momentáneamente postergados. De la mano de Simone de Beauvoir con su magistral obra “El Segundo Sexo”, se replantean las bases del feminismo, partiendo de las desigualdades y la opresión aún existentes a pesar de la igualdad legalmente establecida. Se inicia entonces la lucha por la conquista de los espacios públicos -históricamente reservados a los hombres-, la ocupación de cargos políticos y la inserción en el mercado laboral.
La irrupción de métodos anticonceptivos otorgó un plus al movimiento feminista de la época: la posibilidad de planificar la maternidad, contribuyendo a la libertad sexual –a partir de ahora no más vinculada a la procreación y a la familia, sino netamente ligada al deseo de la mujer-.
Se ponen en jaque los estereotipos femeninos existentes hasta la época, y se consolida como horizonte la abolición del patriarcado. Bajo el postulado “lo personal es político”[iii] se planteó que los asuntos “privados” o “domésticos”, conforman en realidad la competencia pública (por su directa vinculación con la mujer o lo femenino): la programación familiar, el aborto, la violencia, etc., analizando las relaciones de poder que estructuran a la familia y a la sexualidad. Durante esta tercera ola[iv] tuvo gran desarrollo y masiva difusión el feminismo radical, contando entre sus máximas exponentes a Kate Millet y Sulamit Firestone.
EL CIBERFEMINISMO:
A fines de los ‘80, principios de los 90, con el gran avance de las tecnologías de la información y la comunicación, Internet y su masividad, surge la “Cuarta Ola” con una influencia directa de la ola anterior del feminismo: EL “CIBERFEMINISMO”.
Esta se basa en la “horizontalidad” de la red y el anonimato. En 1987, Donna Haraway publica el “Manifiesto Cyborg”[v], donde refiere que el “cyborg” -criatura de realidad social y de ficción-, sería el nuevo sujeto ontológico que lograría superar los dualismos de dominación existentes: mujer-hombre/naturaleza-técnica/esclavo-amo, etc. [vi]
En ese entonces, las ciberfeministas rechazaban autodefinirse con autonomía, pero hoy el ciberfeminismo se reconoce como “un movimiento (de mujeres) de cooperación, comunicación, solidaridad e intercambio frente a las modificaciones de las condiciones políticas, sociales y culturales y su desenvolvimiento en un nuevo espacio de interacción: el ciberespacio.”[vii]
Ahora bien, el ecosistema digital no es el plano idílico imaginado por las primeras ciberfeministas, sino una representación digital de lo que ocurre en el plano analógico. La red no ha sido neutral para las mujeres sino más bien un terreno hostil, pero esto no impidió que entretejieran en ella un trazado de lazos solidarios, de experiencias afines, de relatos sin fronteras, de evacuación de dudas y tabúes con pares de todo el mundo.[viii]
La red, como creación cultural, reproduce todas aquellas notas y características que posee la sociedad que la crea y dota de contenido; por ello ante nuevas formas de expresarnos, se erigen nuevas formas de callarnos. Por eso hablamos también del “neo-machismo”: o sea, la propagación de contenidos machistas y violentos hacia las mujeres, valiéndose en este caso de los medios que proveen las TIC. Una nueva modalidad para una histórica violencia.
En este ámbito es donde desarrollamos nuestro interés las ciberfeministas: en el enfoque de la multiplicidad de opciones, variables y desafíos que supone la conjunción de las mujeres y las tecnologías de la información y la comunicación. El estudio de la violencia digital resulta importante para neutralizarla con acciones concretas; reconocerla para repelerla; tanto a nivel social como legislativo, exigiendo al Estado la implementación de políticas públicas firmes que contengan y reduzcan a su mínima expresión toda forma de violencia digital que se nos profiera por ser mujeres.
Paralelamente el potenciamiento de los lazos generados y la creación de nuevas vinculaciones, redunda en la “apropiación” de las TIC, para dotarlas de un contenido y significado distintos al que nos han impuesto.
Que las TIC estén aún dominadas por el género opresor, lleva a que sean funcionales a este. Por ello, la alfabetización digital en clave de perspectiva de género, es una base fundamental para desterrar los clichés que nos encasillan como “tecnófobas”; para liberarnos; para adquirir un rol proactivo: no solo como consumidoras sino también productoras de tecnología (“prosumidoras”[ix]).
Más de dos siglos de lucha feminista no han podido aún desterrar el machismo ni sus postulados. El sistema capitalista patriarcal se estructura sobre una base de dominación de las mujeres: el género opresor detenta el poder, los medios de producción y por supuesto, los privilegios.
Se nos han asignado culturalmente roles, características y particularidades que no tienen que ver con nuestra esencia como mujeres, sin perjuicio de instalarse como ejes de lo “naturalmente femenino”. Obtienen así de nosotras beneficios y provechos donde el ideal de mujer y femineidad que han impuesto, es el camino directo al logro de la “realización cultural” de los varones, convirtiéndonos en meros instrumentos para su goce. Esta es la premisa que subyace a todos los feminismos, y la que nos orienta a perpetuar el movimiento a través de las eras.
Este despertar -o toma de conciencia- llamada “feminismo”, nos propone y convoca a reconocer las exigencias que han pesado sobre y para nosotras, y a reinventarnos en función de nuestros deseos. La lucha feminista a lo largo de la historia nos ha enseñado que ante cada ruptura de una estructura impuesta, resurge un nuevo embate del patriarcado opresor. El machismo se reformula para no perder la posición de privilegio que detenta, adquiriendonuevas estrategias para dominar. Ello ha motivado el surgimiento de diversas corrientes feministas, consecutivas algunas veces y coexistentes otras: el “feminismo radical”, el “liberal”, el “ecofeminismo”, el “socialista”, etc., según el objetivo machista que reconozca como objetivo de desarme.
A pesar de las subdivisiones existentes, todas las corrientes feministas nos definen, inspiran y motivan. Porque cada día es más firme nuestra convicción de que el feminismo -en la forma que decidamos adoptarlo-, constituye la única respuesta y punto de partida para una sociedad igualitaria, donde finalmente se elimine toda forma de opresión sobre nosotras.
[i] “Diccionario Ideológico Feminista. Volumen 1”. Victoria Sau. (1981, 1989, 2000)
[ii] Valcárcel Amelia. “La memoria colectiva y los retos del feminismo”, en “Los desafios del feminismo ante el siglo XXI” (Amelia Valcárcel y Rosalia Romero (eds.), col. Hypatia, Instituto Andaluz de la mujer, Sevilla, 2000, pags.19-54).
De Miguel, Ana. “Los Feminismos a través de la historia” (2007)
[iii] Carol Hanisch. “The Personal is Political“, febrero de 1969. http://www.carolhanisch.org/CHwritings/PIP.html
[iv] Montserrat Barba Pan. “Las tres olas del feminismo. Desde la Ilustración hasta las corrientes actuales.” Abril 2016, en https://www.aboutespanol.com/las-tres-olas-del-feminismo-1271639
[v] Haraway, Donna. “A Cyborg Manifesto: Science, Technology, and Socialist- Feminism in the Late Twentieth Century” in Simians, Cyborgs and Women: The Reinvention of Nature (New York; Routledge, 1991) , pp.149-181.
[vi] De Miguel Ana y Boix Montserrat. “Los géneros en la red: los ciberfeminismos.” Mujeres en Red. En: http://www.mujeresenred.net/IMG/pdf/ciberfeminismo-demiguel-boix.pdf
[vii] Fundación Activismo Feminista Digital – 2018
[viii] “Frente a las nuevas tecnologías también nos organizamos” Entrevista a Fundación Activismo Feminista Digital para Revista Chocha – 09/03/2018 enhttp://www.revistachocha.com/2018/03/09/redes-feministas/
[ix] Zafra, Remedios. (h) A D A S. Mujeres que crean, programan, prosumen, teclean, Páginas de Espuma, 2013
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